Lunes Santo

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Paso que procesiona: Cristo de la Agonía

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El Inquisidor fray Gabriel Pizarro de Hinojosa, natural de Trujillo, encargaría la obra del Cristo que presidiría el altar mayor de la iglesia de la Sangre de Cristo (fundada el 15 de octubre de 1625) a Juan de Mesa y Velasco, durante su estancia en Andalucía como Inquisidor de Córdoba y Granada. Éste, detallaría en el contrato que debía ser una talla en la que Jesús estaría clavado en la cruz y coronado de espinas.

Esta obra fue concebida para dar culto a los fieles de Trujillo, ya que era costumbre que frailes o miembros de la nobleza hicieran donaciones de este tipo para ganar prestigio social, a la vez que invertían en la salvación de s alma.

La obra se ejecutó en madera de cedro y la policromía fue tarea de pintores supervisados por los imagineros. Este Cristo de la Sangre de Mesa destaca por su corpulencia, movimiento desgarrador, posición y gesto conmovedor, así como por la clara influencia plástica que Mesa imprimió a sus obras. Aparece Jesús con una gran corona de espinas, la mirada suplicante y la boca abierta, representado así la dramática expresión.

El estilo del maestro procede de la escuela de Juan Martínez Montañés, pero los detalles violentos son clara señal del imaginero cordobés (el imaginero del dolor).

Mesa se distingue de sus predecesores por que imprime una gran intensidad en sus obras, dotándolas de un realismo íntimo y doloroso, que ha sido y sigue siendo copiado en la actualidad por muchos artistas de la madera.

Jesús de la Agonía aparece suspendido en la cruz con la cruel tensión, reflejando el dolor y calvario del momento de la crucifixión. La anatomía de la obra es de un impresionante verismo idealizado que lo convierte en un apolíneo exento de descomposiciones patéticas.

Este crucificado de Trujillo está traspasado por tres clavos sobre una cruz arbórea hecha de un tronco sin devastar, lo que acentúa el naturalismo. Responde a los tipos de Crucificados de su gubia, sus cuerpos aparecen agitados por un sentimiento interior que rima con la angustiada expresión de los rostros de pómulos saliente, en los que las cejas se curvan hacia el entrecejo como signo de dolor intenso, los ojos se abultan cando están abiertos y los párpados se ondula; el cabello y la barba se ordenan en madejas finas y simétricas, el pecho aparece hundido, sin fuerza, y todo la anatomía se hace minuciosamente descriptiva: los clavos retuercen los dedos y arrugan la piel. El paño de pureza deriva del utilizado por Montañés y forma grandes masas de pliegues finos y profundos, con cuerda o sin ella, atado con dos moñas laterales.

La obra invita a la devoción y al fervor, y cabe decir de este retablo que es una de las mejores obras de estilo clasicista que se conservan en la Diócesis.

Textos: Jose Antonio Ramos Rubio